Castilla y León es vida, así reza uno de sus lemas que promociona el turismo en la región. Otro de los que llaman mucho la atención es el de que es un museo que está vivo. Ambos considero que tienen mucha relación con el apasionante mundo del vino y el enoturismo que contamos desde aquí.
Hace pocas fechas tuve la oportunidad de acercarme a Aranda de Duero y disfrutar de la exposición de las Edades del Hombre que acoge esta ciudad de la provincia de Burgos y es uno de los puntos de referencia en la Ruta del Vino de Ribera del Duero. La exposición es toda una vida en torno al vino, a la gastronomía y los más de 70 kilómetros de cuevas que agujerean el subsuelo de esta ciudad.
La exposición de las Edades del Hombre está dedicada este año a la Eucharistia, en la que tiene, por supuesto, un lugar especial el vino, la gastronomía y, también, la espiritualidad y fe, transmitida a través de obras clásicas y modernas. Una exposición acertada en el lugar perfecto para relacionar las tres partes. La fe viva de una comunidad que vive para acoger, para enseñar, para hacer disfrutar a quien la visita. Unas obras magníficas y otras no tanto, pero digna de ver.
Castilla y León es un museo vivo del vino, con hasta nueve denominaciones de origen del vino repartidas por las cinco provincias que la conforman. RIbera del Duero es la más reconocida a nivel mundial, pero cada vez crecen más y hacen mejores vinos las de Arlanza, Arribes, Bierzo, Cigales, Rueda, Tierra de León, Tierra del Vino de Zamora y Toro.
Ayer presentaron en Madrid toda la gran oferta turística de la región. Dio la impresión de que la organización turística está coordinada y se genera en torno a vivir de forma apasionada esta Comunidad Autónoma.